¿QUÉ SON LOS NFT?
¿Qué es un NFT? Un Non-fungible token. ¿Ah, esto no lo aclaró? Caramba, pensábamos que podíamos cerrar la nota acá. Vamos de atrás para adelante: un token es el identificador de un objeto físico o digital que tiene un determinado valor para una comunidad. Son como las fichas de un casino, por si solas no tienen ningún valor pero, en el contexto de un espacio cerrado donde la gente apuesta su aguinaldo por diversión, representan dinero con valor de circulación. Los tokens se utilizan por muchos motivos como comodidad, seguridad, facilidad para transferirlos, etc.
Non-fungible significa que no pueden ser reemplazados por otra cosa. Un bitcoin o una moneda de un peso son objetos fungibles porque pueden reemplazarse por otro objeto del mismo valor (la misma moneda). Una obra de arte, por otro lado, es un activo no fungible ya que su carácter de objeto único lo hace irremplazable por cualquier otro bien (podés cambiarla por otra obra de arte o por dinero, pero NUNCA por la misma exacta obra de arte).
Si bien los NFT pueden representar cualquier objeto digital o físico, su auge se dio con la venta de arte y de objetos coleccionables digitales. Los NFT se utilizan para identificar a la persona que es dueña de estos bienes digitales "únicos". Estos objetos, entonces, tienen un único propietario y su título de propiedad está asegurado por un sistema blockchain, como por ejemplo Ethereum, que es donde "se guardan" estos token con la información sobre el propietario. Por las características del sistema blockchain, esta información no puede ser adulterada o copiada para crear un nuevo NFT. Si no sabés lo que es Blockchain, pasá primero por esta nota del Gato y la Caja y luego volvé a nosotros
Este sistema de autentificación digital se creó en 2012 con los CryptoKitties, unos gatitos animados coleccionables de los cuales no había dos iguales (gracias Internet), pero cobró auge en los últimos meses por el crecimiento desmedido de las transacciones relacionadas a esta tecnología. Beeple, el famoso artista digital, vendió una obra digital (pues claro) por la módica suma de $69 millones de dólares. Y esto encima viene en escalada hace unos meses. Beeple empezó hace unos años vendiendo obras por $100 dólares, pero en octubre del 2020 vendió sus primeras series de NFT a $66.666,66 cada una. Al mes siguiente vendió una serie por $3.5 millones y, para febrero de este año, esa serie que vendió en octubre ya valía $6.6 millones de dólares. Casi como nuestra inflación.
Las marcas, por supuesto, vieron la veta de los NFT. La NBA vende fragmentos de videos de las mejores jugadas que todos los fanáticos quieren tener. ¿Te parece una gilada? Bueno, este kiosquito ya lleva generados más de 200 millones de dólares. Gucci también empezó a hacer sus propias producciones bajo la tecnología NFT, como filtros exclusivos o fantasmitas digitales por la módica suma de $3.600 dólares.
Hasta ahora tenemos una obra de arte o un objeto digital que tiene un dueño identificado a través de un NFT. ¿Eso significa que el dueño ejerce control absoluto sobre este bien y que, por ende, lo puede retirar de todas las plataformas en la cual se encuentra exhibido? No, para nada. La obra digital sigue en circulación para que cualquier persona en el planeta pueda verla al igual que la persona que pagó millones de dólares por ser la propietaria.
OK, ¿DÓNDE ESTÁ LA TRAMPA?
No, lo peor es que no hay trampa. La persona que paga por ser propietaria de un NFT obtiene solo eso, un título de propiedad sobre la obra "original" registrado en una blockchain. No posee derechos de reproductibilidad sobre la imagen digital, cualquier persona puede acceder a ella y copiarla cuantas veces quiera. Esta compra le sirve, primero y antes que nada, para alardear ("yo soy el dueño de este video, YO") y después, como un activo para vender en el futuro. Ya vimos como en solo dos meses subió la cotización de los dibujitos digitales de Beeple.
Por otro lado, como ya vimos la semana pasada en nuestro apasionante recorrido por la historia de la Mona Lisa, a mayor tasa de reproducción de una obra, mayor es su valor cultural. Por lo tanto, el dueño de ese NFT lo último que va a querer hacer es retirar ese objeto del mercado, ya que necesita que se reproduzca lo más posible para que se haga conocido y que, por lo tanto, crezca el interés por adquirirlo como inversión entre los posibles compradores.
Además, comprar NFT es una forma de apoyar a un artista. Cuando compras un NFT en una plataforma online (transacción primaria), la plataforma se queda con un porcentaje de la venta (entre el 3 y el 15%) y el creador obtiene el resto. Ahora, si el nuevo propietario decide vender ese NFT a otra persona (transacción secundaria), entonces la persona que realiza la venta obtiene un 90% y el 10% restante va de nuevo para el artista. Esto quiere decir que el artista se beneficia siempre que el NFT cambia de manos.
La web de Ethereum explica que los NFT vinieron a solucionar un problema existente en internet hoy en día: mientras todo se va migrando al ecosistema digital, es "necesario crear una réplica de las propiedades de los ítems físicos, como la escasez, la unicidad y la prueba de un propietario fehaciente". Bueno, todo bien con el arte digital, los videos de la NBA, la ganancia extra del artista, blockchain y todo eso, ¿pero qué pasa cuando este concepto de propiedad se extrapola a otros bienes digitales que no fueron creados con un fin comercial, como un tweet o un meme? Ya estarás cansado de leer que el co-fundador de Twitter vendió su primer tuit a $2.5 millones de dólares, pero tenemos otros datos de color, como que el meme "Nyan Cat" se vendió por casi $600.000 dólares. Y hay mucho más de donde salió este, pero es mucho para seguir escribiendo así que googleá.
De la noche a la mañana, cualquier objeto digital, plataforma, blog o este mismo newsletter puede transcribirse a un NFT y ponerse en el mercado para la venta. Entonces, si bien ciertos aspectos de los NFT son específicos de esta tecnología en particular, su uso refleja una tendencia más amplia hacia la defensa de los derechos de propiedad sobre otros tipos de actividad colectiva, como una red social.
La polémica (claro que la hay) está en tratar cualquier tipo de información digital como activos potencialmente vendibles. Es así que se generan tácticas para tokenizar memes y tweets que, a su vez, se relacionan con los incentivos para monetizar los clics y los "me gusta". Todo, de a poco, atenta contra los flujos libres de información digital.
¿Y entonces?
Hace treinta años, Tim Berners-Lee diseñó gran parte de la arquitectura para nuestra era de la información, garantizando que la web fuera abierta, gratuita y accesible para todos. La creación de esta interfaz amigable con el Internet provocó una explosión de comunicación y creatividad, y cambió completamente nuestro mundo. El acceso a internet y a los flujos libres de información, según Tim, debería ser un derecho fundamental humano. Sin embargo, hoy en día existe una concentración de poder en la red cada vez mayor por parte de unas pocas plataformas como Facebook, Google o Twitter, las cuales controlan qué ideas y opiniones se visibilizan y son compartidas. Bueno Tim, además de los poderosos de siempre, ahora también están los NFT, que sin duda son uno de los caminos que atentan contra tu deseo.